marzo 02, 2010

SAQUEOS, REPLICAS Y EUTANASIA PATRIMONIAL.

Sabido es que en la naturaleza no existen los riesgos. Por lo que echarle la culpa de nuestras desgracias a los ríos, los volcanes o las placas tectónicas es absurdo.
Lo que llamamos riesgos es simplemente el resultado de nuestra interacción con ella, la que por distintas razones –siempre habrá razones- nos lleva a colocarnos voluntariamente en situación de riesgo. Más aún, pareciera que nuestra empecinada empresa de conquista sobre la naturaleza se reduce a aumentar el gran potencial de riesgos.
Si a la naturaleza no la podemos controlar ni apenas predecir, por lo menos nos quedamos tranquilos por los ingentes esfuerzos que hemos hecho durante milenios para controlar y predecir a la más riesgosa de las expresiones de la naturaleza: la naturaleza humana. Pero parece que ahí también fallamos.
Lo peor que hemos visto en estas horas posteriores al terremoto que devastó buena parte de la zona central de nuestro país, es lo que no pudimos controlar y apenas predecir. Saqueos, robos y pillaje son producto del riesgo de la interacción entre hombres y mujeres de una sociedad quebrada por la adversidad. Una adversidad que no está en el movimiento telúrico, sino que en otro lugar, anterior, latente como un riesgo, que detona el conflicto ante cualquier “oportunidad” –diría un economista-. Y vaya que oportunidad.
Ese será un largo debate –esperamos ya instalado- entre quienes deban urgentemente hacerse cargo de él.
Por nuestra parte nos urge hacer un llamado a la autoridad para que no se tomen apresuradas decisiones que operen desde la misma mecánica del saqueo frente a los efectos de las conductas de riesgo supuestamente “concentradas” en nuestro patrimonio.
Lo que la cultura de la conservación nos ha comprobado durante más de cien años es que prevenir es más importante que curar. Y que curar no es sinónimo de amputar, mutilar ni menos dar muerte asistida a los cuerpos –como hace cien años-.
Decidir irreflexivamente por la demolición de una estructura preexistente o satanizar la naturaleza de un material –el adobe, siempre el adobe-, son hoy el lugar común de quienes deciden apresuradamente sobre el futuro de nuestro patrimonio.
Las cornisas y las tejas no son la causa del peligro, eso es reducir mecánicamente la experiencia de su caída para mitigar una responsabilidad no asumida frente al dolor del otro. Las vidas humanas siempre serán más importantes, estamos claro en ello, pero cabe la duda de porqué no interesaron esas mismas vidas antes del terremoto. Insistimos que el peligro está instalado en otro lugar, siempre latente y sobre el cual deberíamos aprovechar la experiencia de esta tragedia para instalar de una vez por todas en nuestro país un sistema integrado de conservación patrimonial que administre la obsolescencia como un proceso permanente y continuo que aproveche el conocimiento, la tecnología y los técnicos que tenemos para hacerlo, falta sólo la voluntad política para darle curso.
Las replicas sensibles del terremoto seguirán por meses. No sabemos si los edificios patrimoniales que durante 25 años acusaban los daños del anterior terremoto de 1985 seguirán ahí mañana . Pero sin duda la placa de Nazca no desaparecerá después de este terremoto, estaba ahí antes y seguirá después de nosotros. De nosotros dependerá entonces que minimicemos nuestras conductas de riesgo para no intentar vanamente mitigar sus efectos en una innecesaria eutanasia patrimonial.



José de Nordenflycht


Presidente ICOMOS Chile


Foto: Flirck, Basílica del Salvador, Santiago de Chile, Sábado 27 de febrero de 2010.

2 comentarios:

Julio Quezada dijo...

Me parece bién interesante el comentario, aunque me da la impresión que saqueos, robos y pillaje son productos del riesgo de la interacción de hombres y mujeres en una sociedad que adoptó un sistema económico injusto, cruel, excluyente, egoísta e inmoral.
Y los medios de comunicación incentivan con sus mensajes a que debemos ser felices si y solo si adquirimos determinados biénes materiales.
La religión incentiva una actitud de aceptación de este sistema desviando los intereses de los ciudadanos a cuestines irreales.
Los políticos incentivan esta situación engañando y haciendo promesas.
Considero que esta es una sociedad corrupta, neurótica y cruel pues está formada mayoritariamente por excluídos.
Una sociedad de miedo.
El miedo de los que no tienen que comer. Y el miedo de quienes temen de los que no tienen que comer.

ICOMOS CHILE dijo...

Estimad@: efectivamente este tipo de situaciones nos demuestran que nuestra deudas con la memoria y el pasado van más del lado de la ética que de la estética,

Saludo Cordial

José de Nordenflycht
Presidente ICOMOS Chile