“Solo el futuro dirá si fue la mejor decisión”, fue la declaración
en portada, hace unos días, del Alcalde de Valparaíso a propósito de los trámites
de aprobación para las obras de un proyecto comercial en terrenos portuarios de
la ciudad.
Nadie puede predecir el futuro, salvo algunos iluminados que
se arrogan la capacidad de hacerlo so pretexto del bienestar de todos y previo pago de sus servicios. Más allá
de la anécdota del brujo o el vidente, en el mundo social ya sabemos en que
terminan esos voluntarismos personalistas que intentan predecir el futuro de
otros.
En eso el Alcalde es cauto.
Pero aunque no lo podamos predecir, muchos si queremos creer
en el futuro.
Y en eso no se puede ser incauto.
La fe para algunos, la ciencia y técnica para otros, la
voluntad de una comunidad para muchos, son en definitiva lo que nos hace creer
en ese futuro posible.
El problema se presenta cuando quienes quieren controlarlo
cooptan nuestra creencia en él por algunas de esas vías en exclusivo, manipulando
y abusando de nuestro futuro posible, convirtiendo el poder en una abyecta
máquina del tiempo, usada para el beneficio retórico de una mayoría que es
siempre víctima inconsciente de una minoría.
Por eso es que aún sin poder predecirlo -y sin tener un
interés en controlarlo-, si debemos cuidarlo pues nos debemos a las generaciones
futuras. La responsabilidad para con ellas es ineludible, y esto lo han
entendido bien todos aquellos quienes en el pasado tomaron decisiones que no
clausuraron ni hipotecaron el futuro de nosotros.
Si hoy día aún podemos ser testigos privilegiados de una
diversidad natural y cultural en un mundo cada vez más próximo donde, pese a
que las diferencias y las distancias se intentan diseminar, éstas son más
persistentes en su autenticidad e integridad, fuente de todo su valor
excepcional universal.
Por lo demás si el Estado de Chile adhiere soberanamente a la Convención de Patrimonio Mundial Cultural y Natural de Unesco, no es sólo para verse supuestamente beneficiada de ella inscribiendo Sitios en la Lista de Patrimonio Mundial y aumentar en su territorio nacional las especulaciones de rédito fácil como el turismo de masas, sino que ante todo adquiere una responsabilidad para respetar sus principios deontológicos y doctrinarios que lo convierten en garante de un bien superior trascendente, único e irrepetible, que nos es un producto, ni mucho menos una marca.
Valga tener presente esta reflexión en momentos en que
nuestra responsabilidad común flaquea frente a los embates de unos hechos
consumados que nos van borrando unilateralmente nuestro horizonte de expectativas, ya que todos los
esfuerzos por habilitar el consumo de hoy representado en los nuevos horizontes
urbanos de torres y placas comerciales entregados al beneficio del crecimiento,
nos pueden dejar en la más profunda miseria el día de mañana.
José de
Nordenflycht Concha
Presidente ICOMOS Chile
Imagen: Informe Consejo Monumentos Nacionales sobre impacto del Mall de Castro, Chiloé.
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