El domingo 28 de abril alrededor de las 11:30 de la
mañana se originó un grave incendio que afecto a un edificio que forma parte
del Patrimonio Arquitectónico Moderno de nuestra ciudad, el Mercado Central de
Concepción.
Ya en una carta al director del Diario El sur los
arquitectos y académicos de la Universidad del BioBio, Gonzalo Cerda, Pablo
Fuentes y Cristián Berrios, del 2 de abril pasado, señalaban que “…nos asiste
la convicción que se trata de una obra perfectamente reutilizable, ya sea para
rehabilitar su actual función o para la implementación de una nueva,
manteniendo su estructura”. Ésta convicción pareciera quedar descartada con lo
anteriormente señalado. No es así.
Por otro lado, y desde Santiago, el arquitecto
Miguel Lawner, en una carta abierta al Colegio de Arquitectos de Chile emplaza
a éste organismo colegiado a actuar rápidamente para “…organizar con rapidez
las acciones que sean necesarias para defender este digno trozo de nuestra
historia”.
Ahora bien, el valorar el contexto del proyecto del
incendiado mercado, tanto histórico como arquitectónico, que lo une a la
transformación de la ciudad de Concepción posterremoto de 1939, como el trabajo
de los arquitectos Ricardo Müller y Tibor Weiner, no debe conducir nuestro
“duelo” a convertir este espacio en una postal de la ciudad. ¿Qué digo con
esto? La pérdida del edificio da cuenta
un proyecto que busca dar expresar la forma de vida de Concepción. El
hecho material de la obra no tiene sentido sin su propósito, el albergar una
actividad que sustentablemente se refiere el contexto ambiental de la ciudad:
su clima. Éste gran espacio interior, una gran plaza que cubre a los ciudadanos
de una característica esencial que se daba con mayor fuerza hace ya casi 70
años, la lluvia. Entonces, cuando hablamos del entorno y la obra
arquitectónica, no tan sólo hay que fijar la vista en la pérdida de la pieza
arqueológica de la tecnología moderna del Chile de la década de 1940, sino del
proyecto social detrás, bien lo ha manifestado en este sentido en varios
trabajos el arquitecto Pablo Fuentes.
Hoy, ante el descalabro de lo que significa para un
grupo reducido de investigadores, arquitectos, historiadores, etc, ésta tragedia,
no es nada para más de doscientas familias. La proyección de la pérdida
(esperemos momentánea) de un patrimonio arquitectónico excepcional traspasa
dicha esfera para instalarse en un cambio voraz de la imagen de Concepción por
parte de la especulación inmobiliaria. Lo que alguna se exaltaba visualmente en
afiches de la conmemoración del cuarto centenario de la ciudad en 1955,
radicado principalmente en un desarrollo sostenido por obras modernas, se
desdibuja a algo que no sabes sus reales alcances. Ya no tan sólo es un
problema de gestión pública como señala el arquitecto-.restaurador Carlos
Inostroza, al señalar que “el Plan Regulador de Concepción lleva décadas sin
incluirlo como Inmueble de Conservación Histórica” (cita de comentario extraído
de un diálogo de la red social Facebook); sino que también lo que implica el
valor histórico del entorno (parafraseando a Marina Waisman).
En ciudades donde proyectos urbanos y
arquitectónicos se superponen, cobran con más fuerza espacios comerciales y
barrios con éstas cualidades. Donde al parecer nuestro nuevo barrio y forma de
vida se adaptan a los grandes almacenes (Mall), cabe hacerse una pregunta ¿Cuál
es el es paisaje Cultural de Concepción?
Javier Ramírez Hinrichsen, Historiador del Arte,
Profesor Universidad de Concepción
Representante de ICOMOS Chile antre la
Comisión Asesora Regional de BioBío del Consejo de Monumentos Nacionales
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