agosto 13, 2007

LOS HIJOS DE DÉDALO



La madrugada del 10 de diciembre de 2004 despertamos con la alarma de incendio. Una violenta columna de fuego y humo resplandecía amenazante a muy poca distancia de nuestras ventanas. Por primera vez éramos testigos directos –y por suerte no víctimas- del impenitente y triste ulular de sirenas a las que nos tiene acostumbrado el paisaje sonoro de Valparaíso.
Han pasado casi tres años de ello y la sorpresa convertida en un primer momento en temor, dio paso a la indignación, que encuentra hoy la posibilidad de instalar una breve reflexión.
Sobre el origen y causa de la destrucción del inmueble de calle Severín n° 10 no nos detendremos. Si, en lo que ello significa como parte de una propuesta para intervenir en su preexistencia, ya que accidental o intencional, temida o deseada, la pérdida y el deterioro nos obliga a pensar que la intervención ya comenzó.
La inserción de obra nueva en entorno heredado es una condicionante a la que prácticamente se someten todos los arquitectos que proyectan obras en la actualidad, de hecho esto ya es un tópico[1] que va más allá de las polémicas sobre las restricciones normativas y la inversión inmobiliaria. Esto supone una cultura proyectual responsable[2], que asuma que, en las intervenciones sobre el patrimonio el impacto cero no existe. Por lo que podremos discutir cómo y dónde ubicarnos en el amplio rango de la administración de su obsolescencia.
Es en ese rango donde debemos precisar algunas cuestiones y distinguir otras, desde nuestra pertinencia como representantes de una comunidad de especialistas que asesora a la Convención de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Lo primero sería partir por el reconocimiento de que la obra de arquitectura existe en “traza y alzada” –como querían los tratadistas antiguos-. Desde que ésta es proyectada hasta que está habitada, en medio de lo cual hay una práctica que depende de muchos factores: materiales, constructivos, formales, legales, sociales, económicos… en fin, no le vamos a decir a los arquitectos en que consiste su trabajo.
Sin embargo el trabajo de construir ciudad –y eso también lo sabían los antiguos- no sólo se la adjudica el gremio de los hijos de Dédalo, y permítaseme aquí esta manida metáfora sobre el origen de la arquitectura, ya que muchas veces algunos de ellos terminan como en el mito griego: quemados y cayendo desde las alturas pese a las recomendaciones del padre.
Habilitando entonces el significante metodológico de la figura de “Los hijos de Dédalo”, queremos detenernos precisamente en las “recomendaciones del padre” sobre la traza y la alzada del bien común heredado, o lo que es lo mismo: el patrimonio.
La propuesta presentada a partir de esta investigación demuele la caja muraria existente, dejando sólo un pequeño testigo. Suponemos que la opción tras de ello sería escapar a los excesos del fachadismo[3], en lo que podríamos estar de acuerdo. Sin embargo esta decisión tiene un efecto sobre la traza, toda vez que la nueva plaza propuesta supone retranquear la línea de edificación existente desde el siglo XVIII. Debemos recordar que la calle Santo Domingo tiene actualmente un trazado idéntico al consignado en la planimetría de Frezier de 1712, y que se puede seguir en el plano de Birt de 1765, por lo que es una distorsión importante el retranqueo de la actual fachada para inventar otra plaza.
Desde la Carta de Venecia[4] sabemos que las intervenciones deben llevar “la marca de nuestro tiempo”, sin embargo ese mismo instrumento deontológico ha sido sometido a numerosas revisiones –tal vez la más significativa sea la Carta de Burra- que han ido insistiendo que la marca no puede convertirse en cicatriz, ni menos en ortopedia.[5]
De ahí que la secuencia: destruir lo existente y construir obra nueva, rime con su efecto: obstruir. Obstruir lo preexistente, que es la memoria de la traza , misma que fue tanta veces defendida como insumo patrimonial por Myriam Waisberg[6]. Esto sin siquiera considerar lo que hay bajo ella, es decir la arqueología urbana[7], cuestión que en Valparaíso por cierto sólo se ha trabajado accidentalmente –en el literal sentido de la palabra- cada vez que una obra pública –privatizada- da cuenta de la necesidad de excavar.
Cuando en Marzo recién pasado el Director del Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO, el arquitecto Francesco Bandarin, visitó Valparaíso, quedó claro a través de su experta opinión que las estructuras siniestradas en la Calle Serrano son absolutamente recuperables, misma recuperación que es necesaria en todos aquellos otros inmuebles que se encuentren en el área del Sitio Patrimonio Mundial, donde lo importante será estar alertas a que los componentes del mismo no se distorsionen.
Tres meses más, tarde durante la última sesión del Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO celebrada en Cristchurch (Nueva Zelanda), se sancionó un documento sobre la discusión en torno a los valores excepcionales universales de los Sitios inscritos en la Lista, cuestión en la que ICOMOS ha venido trabajando en los últimos años[8]. Lo importante en esa discusión es que son precisamente estos valores universales excepcionales los que definen los criterios por lo cuales finalmente un sitio se inscribe en la lista de Patrimonio Mundial y se mantiene en ésta. Los efectos de este debate no se dejaron esperar, ya que es en esta misma sesión en donde por primera vez se retira un sitio de la Lista[9], dejando en claro que la legitimidad de la misma no puede ser puesta en riesgo por las unilaterales decisiones que los estados parte hagan respecto de sus conveniencias de todo tipo por sobre sus compromisos patrimoniales con la comunidad internacional.
La autenticidad e integridad del bien inscrito en la Lista debe mantenerse, las amenazas sobre la una son la ruina de la otra.
En una sociedad que se copia a si misma, donde productores y autores utilizan el pastiche como retórica de la cita y el fragmento –recordemos el postmodernismo y el contextualismo- a los que se suman unos operadores urbanos que asumen la sociedad del espectáculo con todo el cinismo que les permite su avidez, se corre el peligro de la sobre exposición de nuestra memoria, iluminándola con una luz que más que dar cuenta del “juego de los volúmenes bajo ella”, aplana todo con la calidez de la seguridad ciudadana, integrándose a la cuenta de los dispositivos de control social más que a las pertinencias del significado patrimonial, siendo testigos de cómo la simple lógica del “ornato y aseo” se transfiere al “gasto” patrimonial, invocándose el nombre del patrimonio como aval para externalidades que terminan desnaturalizando su autenticidad.
Aunque sea ampliamente reconocido que el primer paso para la protección del patrimonio es su conocimiento, la ciudadanía no debe ser sólo informante sino que también intérprete de ese legado, ya que no solamente la destrucción del patrimonio es una demostración de poder, sino que también, y de manera más compleja, la conservación selectiva que el poder hace de un legado cultural determinado.
Decidir qué es lo que se conserva, decidir qué es lo que nos representa será mucho más determinante que la destrucción y el olvido. Por lo tanto, y aunque muchas veces los intereses defendidos por el tercer sector organizado sea calificado como de “difuso” por el lenguaje jurídico, la participación social es hoy fundamental en los proyectos de intervención en la preexistencia.
Es precisamente dentro de la validez de un ejercicio académico, que supone el derecho a la participación desde la Universidad en el debate sobre la ciudad, que la propuesta hecha por el arquitecto Jorge Sánchez y su equipo de investigación tiene el mérito de sumarse a los esfuerzos que han puesto la mirada sobre ese sector tan sensible de la ciudad de Valparaíso y su patrimonio.
Saludamos el valor de los hijos de Dédalo, pero con fraternal disenso nosotros preferimos la tierra.

José de Nordenflycht
Presidente ICOMOS-Chile

( Texto leído con ocasión de la presentación de la investigación “Una Propuesta de Revalorización Patrimonial del Sitio ubicado en la calle Severín 10” del equipo dirigido por Jorge Sánchez Reyes, Director del Centro de Estudios Patrimoniales, Urbanísticos y Museográficos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 13 de agosto de 2007. )


[1] Para el caso latinoamericano ver el texto de nuestra colega del ICOMOS Mexicano NOELLE, Louise “El papel de la arquitectura del siglo XX en los centros urbanos patrimoniales.”, en Arquitectónica, Universidad Iberoamericana, México D.F., n° 6, otoño 2004.
[2] UNESCO “Recomendación relativa a la salvaguardia de los conjuntos históricos y su función en la vida contemporánea”, 19a Conferencia General UNESCO, Nairobi, 26 de octubre al 30 de noviembre de 1976.
[3] Sobre el debate en torno a la problemática del fachadismo ver AA.VV. FaCadisme et identité urbaine, Éditions du Patrimoine, Paris, 2001.
[4] ICOMOS International charters for conservation and restoration, vol. I de la serie Monuments and Sites de ICOMOS, Lipp GMBH, München, 2001.
[5] MARQUIS-KYLE, Peter y Meredith WALKER The Illustrated Burra Charter. Making good decisions about the care of important places, Australia ICOMOS, Prestige Litho, Brisbane, 1992.
[6] WAISBERG, Myriam La Traza Urbana Patrimonio Consolidado de Valparaíso, Cicop Argentina, Buenos Aires, 1999.
[7] El estado del debate sobre la pertinencia metodológica de la arqueología urbana se puede revisar en SCHULLER, Manfred Building Archeology, vol. VII de la serie Monuments and Sites de ICOMOS, Lipp GMBH, Manchen, 2002.
[8] UNESCO, “Discussion on the outstanding universal value” World Heritage 31 COM, Paris, 23 mayo 2007. En www.unesco.org
[9] Nos referimos al Santuario del Órix Árabe, sitio que fue reducido en un 90% de su superficie por la República de Omán, contraviniendo su valor excepcional universal.

1 comentario:

Juanita Baeza Menz dijo...

Como arqueóloga me parece importante señalar que la arqueología urbana puede abarcar estudios tanto del subsuelo como de la superfice construida.El análisis de estructuras murarias -arqueología de la arquitectura- permite conocer aspectos no siempre documentados como los sistemas de construcción, el uso y
transformación de los espacios,entre otros. Los muros continen demasiada
información que, idealmente, no se puede perder sin registro. Relacionar los niveles que existen bajo los pavimentos con los paramentos permite valorar
arqueológica, histórica y artísticamente un conjunto para, por ejemplo, plantear las directrices de su conservación. Por ejemplo, en la investigación que hicimos con Andrea Ponce en el Almacén de Pólvora de la ex Cárcel, el análisis murario
junto a la excavación arqueológica nos permitieron conocer la historia de vida del edificio, su importancia dentro del contexto urbano y de cómo se construye
la ciudad de Valparaíso.
En el caso de Severín nº 10, me parece importante además reflexionar sobre la idea que las ciudades tienen una estratigrafía no sólo vertical, sino también
horizontal, en relación al crecimiento desde su traza original. Por el momento, la arqueología urbana en Chile sólo se ha acotado a las Zonas Típicas o de Conservación Histórica, pero ya se nos hace necesario una investigación sistemática para dar el paso de una arqueología de rescate a una arqueología preventiva. O de que al menos se considere que hay aspectos del patrimonio cultural que pueden ser registrados y/o investigados desde una perspectiva arqueológica.
Juanita Baeza Menz
Arqueóloga