¿Dónde se oculta el espíritu del lugar? es la necesaria pregunta que convoca la próxima Asamblea General de ICOMOS. Sobre un diagnostico posible para rondar respuestas sobre ella, creemos que es necesario volver sobre su pertinencia en el contexto que tiene el patrimonio en la cultura arquitectónica local.
Convengamos que el espíritu es una variable intangible de naturaleza esencialmente colectiva, por lo que no debería resultarnos extraño que el proyecto de arquitectura se exprese habitualmente en participio: se ha proyectado el edificio, se ha construido la casa o se ha habitado el hogar. Suponemos que es lo que pasa cuando un verbo se convierte en adjetivo.
El problema es que de ahí derivan los equívocos respecto de la participación en los proyectos de gestión patrimonial, pues esa misma pasividad supone la rentabilidad de su falaz participio. De ahí que no baste con poner las cosas en participio pasivo, hay que activarlas. Una manera es ir a buscar el espíritu del lugar en la relación que establecen la comunidades con el mismo, desde la micro comunidad local hasta la macro comunidad global, en un cruce que el concepto glocal reelabora, en tanto pone en tensión la convergencia que supone los esfuerzos por acotarlo, transitarlo y finalmente consumirlo, es decir extinguirlo.
La conservación del patrimonio natural nos indica que la mejor manera de conservar algo es acrecentarlo en número. En la lógica convergencia del patrimonio natural con el patrimonio cultural, surge la complicada pregunta de ¿cómo podremos acrecentar el espíritu de un lugar?
Creemos que la expansión de la conciencia del lugar, a través de la interpretación como practica de apropiación patrimonial, podría ser una posibilidad viable, tal como lo hemos visto en muchos casos donde la relación de usos activan programas, y no al revés, como suele preferir aquella planificación que, lejos de saber donde se oculta el espíritu del lugar, lo excluye.
Convengamos que el espíritu es una variable intangible de naturaleza esencialmente colectiva, por lo que no debería resultarnos extraño que el proyecto de arquitectura se exprese habitualmente en participio: se ha proyectado el edificio, se ha construido la casa o se ha habitado el hogar. Suponemos que es lo que pasa cuando un verbo se convierte en adjetivo.
El problema es que de ahí derivan los equívocos respecto de la participación en los proyectos de gestión patrimonial, pues esa misma pasividad supone la rentabilidad de su falaz participio. De ahí que no baste con poner las cosas en participio pasivo, hay que activarlas. Una manera es ir a buscar el espíritu del lugar en la relación que establecen la comunidades con el mismo, desde la micro comunidad local hasta la macro comunidad global, en un cruce que el concepto glocal reelabora, en tanto pone en tensión la convergencia que supone los esfuerzos por acotarlo, transitarlo y finalmente consumirlo, es decir extinguirlo.
La conservación del patrimonio natural nos indica que la mejor manera de conservar algo es acrecentarlo en número. En la lógica convergencia del patrimonio natural con el patrimonio cultural, surge la complicada pregunta de ¿cómo podremos acrecentar el espíritu de un lugar?
Creemos que la expansión de la conciencia del lugar, a través de la interpretación como practica de apropiación patrimonial, podría ser una posibilidad viable, tal como lo hemos visto en muchos casos donde la relación de usos activan programas, y no al revés, como suele preferir aquella planificación que, lejos de saber donde se oculta el espíritu del lugar, lo excluye.
José de Nordenflycht
Presidente ICOMOS Chile
Resumen de ponencia homónima a presentarse en el “II SEMINARIO DE GESTIÓN Y RECUPERACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO EN MADERA. MODELOS DE INTERVENCIÓN PARTICIPATIVA A NIVEL LOCAL”. ARCHIPIÉLAGO DE CHILOÉ
1, 2 y 3 FEBRERO 2008.
Fotografía: Cartagena de Indias, sitio del Patrimonio Mundial (1984)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario