enero 14, 2009

El Buen Salvaje Patrimonial

La Delegación de Valparaíso del Colegio de Arquitectos nos convoca a este Seminario bajo un título que –francamente- en una primera lectura nos pareció un poco equívoco e inquietante.

Bien por la inquietud, dirán ustedes, pero inmediatamente debemos revertir los equívocos y hacernos cargos de ellos con algunas respuestas que- en esta primera ronda de la mañana- instalen el marco conceptual de los riesgos que amenazan a un sitio inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Esto de un “nuevo contrato”, resuena inequívocamente al “nuevo trato” del Sernam. Con esto no queremos sublimar prejuicios de género con un mal chiste machista, sino que constatar como la analogía del Sernam funciona como índice de la relación subsidiaria del Estado en todas aquellas materias que los tecnócratas de turno denominan “el área social”. Ésto cómo si el resto fueran entelequias al margen de lo social.

¿A que se podrá referir este “nuevo trato”? ¿significará seguir tratando?, es decir no hemos llegado a una meta y seguiremos intentando, o ¿significará que una práctica hegemónica intenta corrigir sus modos de hacer, pero que igualmente sigue imponiéndose subalternizando el reconocimiento de los otros?, o simplemente ¿significará un nuevo acuerdo colectivo?, ¿tal vez un nuevo pacto social?

Si fuera esto último, baste recordar que parte importante de las bases de nuestro estado nacional moderno suponen un Contrato Social, ese que tiene como punto de partida la solidaridad entre los hombres y de éstos con su ambiente natural. En suma el “Buen Salvaje”, como quería Rousseau, cuando instala esta figura absolutamente equidistante del hombre que, como lobo del hombre, supone la necesidad de un Estado absoluto, el Leviatán de Hobbes, para regular esa tendencia natural a ser un Mal Salvaje.

Imaginemos entonces un Buen Salvaje patrimonial, donde partamos del principio universal de que somos solidarios con las generaciones futuras a partir de la nuestra, sobre todo en aquellos ambientes culturales donde las estructuras urbanas e incluso los agrupamientos de vivienda llegan a ser estructuralmente solidarios, tanto como suponen sus relaciones humanas.

Algo así como Valparaíso.

En ese contexto no deberíamos esperar que la comunidad internacional organizada, léase UNESCO para nuestro caso, venga a decirnos qué y cómo debemos hacer para mantener ese equilibrio de origen, sólo bastaría que su legitimación opere como certificación de que estamos haciendo lo que debemos hacer.

El problema es que el Leviatán que llevamos dentro se despierta cada vez que puede. De hecho la legitimación de la cooperación internacional se pone en crisis cada vez que la ONU le dice a sus asociados lo que tienen que hacer. Basta con ver lo que hoy día supone la Operación Plomo Fundido en Ghaza para dar cuenta de su impotente ineficiencia.

En este contexto la pertinencia de la pregunta que se desliza de esta convocatoria es muy urgente, ya que en definitiva plantea ¿qué nuevo con-trato es posible?
El desafío que supone proteger de sus amenzas y riesgos el “espíritu del lugar”-entendido éste como sustito de cualificación patrimonial-, nos debería obligar a desplazarnos desde ciertas lógicas impuestas por la conservación del patrimonio material, las que pese a sus esfuerzos, no han podido evitar su obsolescencia, consumo y extinción.

Si sabemos que para la conservación del patrimonio natural la mejor manera de conservar algo es acrecentarlo en cantidad, desde su analogía al patrimonio cultural, surge esta compleja pregunta: ¿cómo podremos acrecentar el patrimonio cultural?

Creemos que la expansión de la conciencia del lugar, a través de la interpretación como practica de apropiación patrimonial comunitaria, podría ser una respuesta posible, tal como lo podemos referir desde este caso de la Ex Cárcel, donde la relación de usos activan programas, y no al revés, como suele preferir aquella planificación que, lejos de saber donde se oculta el espíritu del lugar, lo excluye.

En su reciente Asamblea General ICOMOS aprobó la Carta Internacional de Interpretación y Presentación de Sitios Patrimoniales, un documento doctrinario que estamos ciertos tendrá un alto impacto en el reconocimiento activo del rol de las comunidades, lo que debería incidir en sus condiciones de habitabilidad, toda vez que pasan de ser depositarias a ser intérpretes del legado patrimonial.

El reconocimiento de los estados de esta habitabilidad apelan a un contexto de significación, en el cual el discurso político y el discurso técnico han tenido que reconocer los espacios de negociación que ello supone, toda vez que el derecho al patrimonio se instale como una demanda por las comunidades que pasan de la participación a la interpretación de sus patrimonios.

De este modo la ciudad se transforma en un lugar donde sujetos políticos no formales construyen la escena política que permite una amplia gama de intervenciones y hace posible la formación de nuevas subjetividades y terrenos de experimentación, al margen del sistema político formal.

El patrimonio es una conquista social que convierte a sus depositarios en intérpretes activos de ese legado, donde ese empoderamiento pone en crisis a la profilaxis doctrinal desactivando la monumentalización de la nostalgia.

Para ello se debe cautelar que la ciudadanía sea más independiente y esté facultada, o como podríamos decir utilizando un barbarismo anglosajón en boga: empoderada
Las claves de este empoderamiento serían: compartir información con todos, crear autonomía por medio de límites precisos y reemplazar la jerarquía por grupos autodirigidos, en definitiva es la práctica ciudadana que permite a las sociedades democráticas introducir elementos de control que disminuyan la arbitrariedad del poder ejercido desde una representación del mismo.

Asumir el desafío que implica convertir a los propietarios en vecinos y a los vecinos en ciudadanos, acercando las reivindicaciones actuales que van desde el extremo de quienes promueven exclusivamente los derechos de los consumidores hasta quienes defienden su derecho a la ciudad de manera comprometida y activista, amplio espectro que debería considerar una participación incluyente desde lo que ya hemos denominado en otras ocasiones: CIUDADANÍA PATRIMONIAL, la que sería el objetivo final desde una autonomía expansiva que convierta la participación en una acción directa, la que de paso permita acordarnos que, algún día, fuimos buenos salvajes.

José de Nordenflycht
Presidente de ICOMOS Chile

Texto base de la ponencia presentada al Seminario UN NUEVO CONTRATO PÚBLICO-PRIVADO CON VALPARAÍSO, realizado el día 14 de enero de 2009 en el Parque Cultural Ex Cárcel , organizado por la Delegación Valparaíso del Colegio de Arquitectos de Chile, auspiciado por la Intendencia de Valparaíso, el Parque Cultural Ex Cárcel y el Centro de Estudios para el Desarrollo Urbano Contemporáneo y patrocinado por ICOMOS Chile.

fotografía (de izq. a der.) expositores del seminario: José Llano (académico UNAB y UDP), José de Nordenflycht, (Presidente ICOMOS Chile), Mario Ferrada (Académico UCh y UNAB, miembro de ICOMOS Chile), Juan Mastrantonio (Director Escuela de Arquitectura UNAB y Presidente Colegio de Arquitectos Delegación Valparaíso) y Luis Álvarez (académico PUCV, UTFSM y UNAB)

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