septiembre 05, 2012

"The Cancha"



“THE CANCHA” Una necesaria mirada latinoamericana sobre el Pabellón Chileno en la Bienal de Arquitectura de Venecia



Hace unos días tuvimos oportunidad de visitar y dialogar con los colegas de Chile que hicieron el Pabellón de su país en la 13ª Bienal de Venecia. En principio nos alegró su notoria intencionalidad de proponer una lectura “andina” utilizando la “Cancha” como símbolo de su presencia institucional. Sin embargo, nos extrañó que inmediatamente calificaran la cancha como “Chilean Soilscapes” olvidando que estaban ante un término quechua (no mapuche) y que no solamente abarcaba otros lugares, regiones y países, sino que era propio explícitamente de alguno de esos países.

El catálogo del Pabellón Chileno fue editado exclusivamente en inglés, a diferencia de otros países que recurrieron a su propio idioma con traducciones al italiano y al inglés. Cuando consulté si existía Catálogo en español se me indicó que no, “porqué costaba mucho la traducción”. Esta absurda respuesta –ya que pensamos que los autores escribirían en español y por ende se habría pagado para hacerlo en inglés- nos desconcertó. Con el catálogo en la mano descubrimos que uno de los “Curators” Bernardo Valdés Echenique era nacido en Princeton (USA), la otra “Curator” Pilar Pinchart Saavedra, residía ahora en España y de los autores, Juan Pablo Corvalán era natural de Ginebra (Suiza) y el fotógrafo Cristóbal Palma Domínguez había visto la luz en Oxford (Inglaterra). Es decir, una Legión Extranjera al servicio de la globalización de la Cancha.

El resto de los autores residentes todos en Santiago menos Ivelic que era de Viña del
Mar, ciudades éstas donde es bastante habitual hablar cotidianamente en español. Superada esta curiosa circunstancia de un Catálogo que no estaba destinado a los chilenos y que, a la vez, los representaba de una manera “particularmente relevante” como indicaba la autoridad del Consejo Nacional de Cultura y Artes, la Cancha se nos empezaba a definir ambiguamente como un lugar de confrontación o de una inclusión que, como explica el Catálogo incluía a los animales, árboles y porque no, a la gente, inclusive a los mapuches que no crearon la Cancha.

El Pabellón

Como queriendo refugiarse en la materialidad del suelo, Chile expuso en 1992 en Sevilla un magnífico Pabellón de madera que tenía como atractivo no solamente su excelente arquitectura sino un témpano de hielo que fuera trasladado con esfuerzo y que constituyó un punto de interés notorio. En este nuevo pabellón de la Cancha, los Curadores hicieron una poco exitosa réplica de aquella idea de hace dos décadas para colocar trozos de sal de la cantera de “Tarapacá Salt Flat” como atractivo adicional en un fondo semioscuro del Pabellón.

La intencionalidad “dramática” de la penumbra del espacio que definieron los Curadores refleja notoriamente sus ideas que alimentan el contenido del Pabellón. En esa suerte de dialéctica no se tuvo en cuenta que el término quechua de la Cancha se refiere a un espacio abierto pero, a la vez, contenido, concepto que fuera obviado claramente por quienes utilizaron aquí el término. La propia “cancha” incaica fue utilizada por los españoles en la superposición de la ciudad del Cusco (Perú) para articular las viviendas que la rodeaban formando así el nuevo patio central de las grandes residencias.

Los quechuas, aunque vincularan el término “Cancha” al maíz, jamás se les hubiera ocurrido vincularlo a una andenería de cultivos. Estas incongruencias se verifican rápidamente en la elección de los ejemplos fotografiados que se utilizan en el pabellón chileno donde abundan conjuntos peruanos y de otros países americanos, sin señalar pertinentemente su procedencia (lo que sí se realiza en el catálogo).

Esta apropiación gratuita de Pisaq, Sacsahuamán, Chincheros, Moray o Chan Chan como expresión del “Chilean Soilscapes” es demostrativa de la insuficiencia de las expresiones en su propio espacio territorial, de un tema cuyos Curadores no manejan ni comprenden cabalmente. Se vincula ello a los usos de otros espacios mexicanos o centroamericanos para explicar el “Chilean Soilscapes” o acudir a una presunta cartografía “histórica” donde aparece un Chile “embarazado” proyectado más allá de los Andes. Es evidente que el “Common Ground” que era el lema de la Bienal de Venecia no puede ser integrado por esta manera de entender el “Chilean Soilscapes”.

El pabellón en su realización tiene un interesante “ambiente” espacial, pero el equívoco mensaje se ajusta a una instalación de faroles cuyas pantallas reproducen los temas. Sin embargo, lo estrecho del espacio entre estas lámparas hace muy difícil la posibilidad de rodearlas para ver los contenidos de las pantallas y por ende predomina sobre todo la visión de conjunto frente a la de los contenidos. Sin dudas que en ello, el pabellón gana, a pesar del esfuerzo intelectual de los “Curators”.

El Catálogo “Cancha. Chilean Soilscapes”

El catálogo puede ser visto como una serie de siete artículos de diversos autores que van precedidos por presentaciones oficiales y una nota de los Curadores. De ellos uno se refiere al Desierto, tres a Santiago de Chile (uno de ellos compartido con Puerto Viejo y Castro, única mención al sur chileno), uno a Amereida en la región de Valparaíso, otro a un ciclo histórico de Chile y finalmente uno a “Kancha” de predominio fotográfico. 

Para nosotros es sin dudas, el artículo “Deserta” de Pedro Ignacio Alonso Zúñiga es el que más seriamente trata el tema en el contexto territorial del Desierto de Atacama  en que se articuló la idea del espacio de una presunta “Cancha” sin límites. La nota va acompañada de unas excelentes fotografías aéreas de Ignacio Infante y una visión del ecosistema muy pertinente.

Los trabajos sobre Santiago de Chile, que asumen casi la mitad del relato, se desprenden de la temática canchera para enfocarse en los temas que interesan promover. Así Alejandro Aravena en su firma “Elemental” nos propone un “Metropolitan Promenade” cuyo mapeo contrasta con la cartografía del “Real Estate” de su colega Cuadros Ibañez.
Apuntando hacia la necesidad de un espacio urbano calificado en Santiago, donde solo reconoce como tal el Cerro San Cristóbal receptor, según Aravena, de cinco millones de visitantes anuales, propone encarar allí el Metropolitan Promenade. El Catálogo no define quien habría de realizarlo, pero la respuesta es casi elemental. Una forma de promover  iniciativas privadas desde la gestión pública.

En la misma línea, el “Play Ground” de Genaro Cuadros nos advierte del éxito del neoliberalismo que termina degradado por los proyectos urbanos fallidos. Queda a cargo del lector adivinar los responsables de tan dramática situación cuando las ideas eran tan buenas. Con sus gráficos y cuadros, Cuadros Ibañez nos demuestra que la exitosa tarea del  “Dictatorship A. Pinochet” es que recién en 1990 (cuando está en retirada) logra realizar similar cantidad de viviendas que las que había hecho Salvador Allende en 1971. Para referirnos nada más que a lo cuantitativo las cifras de aquel maravilloso neoliberalismo fueron siempre superadas por los gobiernos siguientes de la Concertación.

El autor nos muestra en su visión para promover atractivas inversiones, un mapeo del “Stratum” socioeconómico de Santiago de Chile. Allí se puede percibir que el área urbana que ocupa la “clase alta” triplica la extensión territorial de la que dispone la “clase baja”, se obvia además hablar de densidades o de población cuantitativa. A la vez se insiste en la exitosa rentabilidad que tiene la inversión en vivienda, una engañosa referencia que no atiende a dar respuesta a las necesidades de vivienda social ya que en general generan escasa o nula rentabilidad. Se omite aclarar que justamente los sectores más carenciados de vivienda están fuera del “mercado” y que su problema no se resolverá sin adecuadas políticas muy alejadas del exitoso neoliberalismo que  promueve el autor.

El otro texto que toma parcialmente Santiago de Chile y en particular la Plaza Italia es el de Rodrigo Tisi “Perfomances of conquest”, donde a través de fotografías bastante intrascendentes muestra como los ciudadanos se fotografían en ese espacio abierto como lugar de confluencia. Son intrascendentes pues se trata de fotografías de pose, sin actividades concretas sino de referencia de presencia en un sitio significado por la vigencia de monumentos variados. El caso de Puerto Viejo, un asentamiento pesquero se trata de una “toma” de pobladores para una segunda casa de vacaciones, (algo similar al Cabo Polonio de Uruguay) avanzando sobre la costa en un área de peligro por maremotos. La justicia chilena no aprobó la ocupación, ni el derecho de localización por más de 20 años de los habitantes estando en trámite de desalojo. El tercer caso se refiere a la construcción de un Mall en Castro, capital de Chiloé, un área considerada de relevante patrimonio mundial por la UNESCO. El “Castro Shopping Mall” fue un lamentable proyecto de un estudio de arquitectos argentinos que ha impactado atrozmente en el contexto patrimonial de Castro y motivó un conflicto de intereses donde el Municipio se demostró ausente para hacer respetar sus propias Ordenanzas y cómplice de los intereses especulativos de los proyectistas, empresarios y ansiosos consumidores locales.

En la lectura histórica de Juan Pablo Corvalán (Susuka) creemos que su presentación ofrece con bastante honestidad el mensaje que el texto de “Cancha” pretendía. De entrada nomás se pregunta “¿Podemos pensar en un Chile sin límites?” inquiriendo su papel potencial en la globalización y definiendo un rol protagónico a nivel continental capaz de exportar “ideas frescas”. Apoyándose en los estudios del geógrafo francés Claude Gay (1844-48) y con la calidad de unos dibujos y fotomontajes articula estadios cronológicos de Chile. Así aparecen una gama de cartografías imaginarias con varios Chiles posibles que avanzan hacia latitudes de otros países vecinos o que en el imaginario fantasioso del autor llevan el Desierto de Atacama hasta el límite de Ecuador y Colombia. No se trata tanto de una fantasía ingenua del dibujante sino una expresión puntual de ese Chile sin límites que propugnaba.

El discurso es coincidente con los anteriores cuando nos recuerda que es justamente la economía de libre mercado la que elogia el crecimiento de Chile y que bajo una fuente insospechada e inimputable como la Agencia Standard Poor´s (recordar las opiniones de las Agencias sobre Lehman Brothers antes de la crisis) ubica al país como “leading position” dentro de América Latina en categoría A+. La historia en definitiva, ha logrado colocar en un puesto de alta relevancia a Chile en el “Global Competiveness Index”. La relación con la presunta Cancha local todavía no aparece clara.

Le corresponderá al arquitecto Germán del Sol, realizador de obras de singular interés abordar el tema que unifique aquel primer texto del desierto con el espíritu de la “Kancha”. Con unas pocas líneas y unas bellas fotografías del propio autor y de Guy Wenborne parece que bastaría para exponer la teoría de una cabalgata fotográfica que va desde el Juego de Pelota en Monte Albán (México), hasta alguna obra de arquitectura del autor radicada en Chile. En medio de ello, el uso y abuso de lugares prehispánicos del Perú, demuestran lo inocuo de un mensaje propiamente chileno y el error de no haber tomado el tema con la adecuada escala americana, no solamente en las fotos sino también en los conceptos.

En esto es posible rescatar el histórico trabajo de la Universidad Católica de Valparaíso a través de Amereida que desarrolla Iván Ivelic. Un poema que en 1967 recoge el argentino Godofredo Iommi percibiendo el continente americano como un mito épico que es necesario volver a integrar territorialmente. El espacio continental constituye el territorio vinculado por las Travesías, la primera de las cuales en 1965 cruzará por Chile, Argentina y Bolivia, dando pie a un mecanismo de diálogos culturales y vivencias compartidas. Otro argentino, el escultor Claudio Girola, marca con su obra sobre las Travesías el hito identificatorio de esa actividad itinerante.

La construcción en Ritoque de “Ciudad abierta” (aunque de acceso privado) en los años 70 marcó el punto de referencia de las Travesías y el espacio de las convivencias que devinieron en la radicación de profesores e integrantes del proyecto en un largo proceso de construcción de un espacio reconocible como aval de aquellas ideas de arte y diseño. No encontraremos, sin embargo, en el extenso trabajo de Ivelic una sola mención a la palabra “Cancha” que hubiera podido integrar el texto a la temática que teóricamente planteaban los Curadores.

En concreto casi ninguno de los autores recurre a la palabra “Cancha” en sus textos, ni utiliza su contenido conceptual correcto. Nos presenta un Chile parcial de centro a norte que pretende promover espacios de inversión en Santiago y que recurre a la metáfora prehispánica para anclarse en una presunta historia territorial cuya vigencia hoy solo se demuestra por ejemplos externos al propio territorio chileno. El uso indebido de ellos muestra la ausencia del sentimiento latinoamericano de quienes –los Curadores en primer lugar- se han hecho responsables de este Catálogo y Pabellón. Esperamos que no sea expresión de ese vago sentimiento que ejercitan algunos chilenos de que estamos ante “los ingleses de Sudamérica”·

En Chile los americanos perdimos la batalla de Cancha Rayada en la guerra de la independencia, hoy sentimos que nos rayan la cancha para definir unas ideas que solamente se pueden entender en inglés, como el Catálogo y el Pabellón.  Seguimos queriendo al Chile y a los chilenos latinoamericanos.



Arq. Ramón Gutiérrez
CEDODAL, Buenos Aires

3 comentarios:

German del Sol dijo...

Santiago, 11 de Septiembre de 2012

A Ramón Gutiérrez no lo conozco de nada, y tampoco se muy bien porque contesto sus comentarios. Tal vez sea, porque me extrañaría que su opinión quedara en el aire, sin que nadie le diera importancia.

No voy a defender el proyecto de María Pilar Pinchart y Bernardo Valdés, porque es excelente, y se defiende solo. Si no pensara así, no habría participado.

Si el Pabellón de Chile supera el espléndido aislamiento de esta república provinciana, es debido en gran parte a esos arquitectos chilenos que han nacido y vivido mas allá de Mendoza, en Europa o en los Estados Unidos, y por eso aprecian y entienden mucho mejor el “Common Ground” que David Chipperfield invitó a mostrar en la Bienal de Venecia: la base cultural común de la arquitectura de todos los tiempos y lugares.
Porque arquitectura es dar casa a hombres y mujeres, y la condición humana es igual en todas partes y no ha cambiado nada -que yo sepa- en los últimos ocho mil años.

Aunque sea tan común equivocarse, la cultura chilena no tiene doscientos dos años como la República, sino más de quince mil, como lo demuestra la última exposición del Museo Precolombino. Y las fronteras políticas entre los países recién formados en el siglo 19, no coinciden con la cultura andina común que me atrevería a decir que va desde México a Chile. Y que por supuesto incluye a todos los Mapuches que viven en Chile y Argentina.

Tampoco entiende Ramón Gutiérrez, que se trataba de elegir y presentar al mundo en Venecia, algunos elementos fundamentales atemporales que tiene en común la arquitectura andina – porque no hay cultura que valga, que tenga solo 202 años- con la arquitectura del mundo.

Parece obvio que el témpano de hielo que Chile expuso en el pabellón que proyectamos para la Expo Sevilla 92, no era un témpano sino un montón de cubos de hielo. Los témpanos verdaderos tienen más de 50 metros de altura, no cinco.

Efectivamente la cancha es originalmente un espacio plano, vacío, definido y abierto. Pero como arquitecto y artista contemporáneo, puedo interpretarlo también, como un espacio público cuya utilidad práctica es reflejar el esplendor de una cultura que es capaz de hacer aparecer la belleza haciendo algunas obras por el puro gusto de hacerlas. Y eso es muy importante hoy día cuando casi todo el espacio público esta privatizado, y no hay espacios vacíos de cosas, o sin utilidad práctica, con los que la gente sueñe despierta sus mejores sueños.

Por eso -y no importa que Gutiérrez no entienda- mostré fotos de las andenerías incas de Pisac que no servían para cultivar alimentos, sino flores. Por amor a la belleza. Por el gusto de verla aparecer para mostrarles su esplendor como sociedad.

Soy responsable, y estoy orgulloso de valorar y de apropiarme también de nuestra
herencia artística precolombina. Para hacer obras originales, o sea, que tengan relación
con nuestro origen, y no copiar las obras que se hacen afuera y que aquí están fuera de
lugar, o limitarme a hablar de lo que hacen los demás.

Y lamentaría mucho ser un chileno más que limita por ignorancia o prejuicio nuestra
cultura andina original a las fronteras políticas actuales.,Pisaq, Sacsahuamán,
Chincheros, Moray o Chan Chán son expresión del “Chilean Soilscapes”, o sea del
paisaje de Chile actual, porque son el presente entre otros del Imperio Inca del
Tihuantisuyo.

El paisaje es aquello que uno lleva consigo. Es lo que uno puede ver, o cree ver.
Neruda vio a Machu Pichu mejor que nadie. No hay peor ciego que el que no puede ver.


Germán del Sol
Arquitecto
Premio Nacional 2006
Chile

Anónimo dijo...

¡qué pena! Tenía una buena imagen de don Germán del Sol y ahora me parece tan descalificador. Ojalá sea algo así como una gripe pasajera. Ramón Gutiérrez es un historiador de la arquitectura ampliamente conocido en el ambiente académico internacional. Su forma de escribir es tal vez un poco impulsiva y eso es todo. Hay que responder en el mismo plano: con argumentos. (Al final de una de las cartas hay una curiosidad lógica, dice "no hay peor ciego que el que no puede ver". Bueno, no existe el ciego que puede ver". Saludos a todo el mundo.)

Anónimo dijo...

interesante ver como lo que se decía indefendible en unas cuantas linea se defiende a flor de piel por German del Sol. Ramón Gutiérrez desde su posición de historiador realiza los comentarios; es una tanto vano el hecho de no tener un simple catalogo en el idioma del propio pabellón, no sé la explicación para ello, pero en la "simplicidad" de ciertas cosas se pueden descubrir "detalles" que quizás se olvidaron y que por ende estructuran y forman la totalidad del mensaje. El entendimiento de los artistas de pronto resulta ser de ellos, me pregunto si el chileno común podría entender tan bien como ustedes el pabellón, mirando por ejemplo el catalogo. Saludos