Mi primer encuentro con Ramón lo recuerdo muy bien.
Nos pilló en bandos encontrados.
Estábamos en el claustro del Museo Franz Meyer en Ciudad de México, era octubre de 1999 y comenzaba una nueva Asamblea General del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios ICOMOS.
Él, como siempre fiel a sus amigos, abordaba frontalmente el apoyo del candidato mexicano a la presidencia del ICOMOS, por nuestra parte apoyábamos a la candidata española al mismo cargo.
Ninguno de los dos ganó.
Obviamente ganó un tercero, quien reelecto dos veces, todavía nos sigue presidiendo.
No deja de ser curioso que entre la opción americanista por un arquitecto mexicano y la opción hispanista por una abogada española, haya mediado la victoria de un historiador del arte alemán.
Curioso si pensamos que uno de los referentes conceptuales de americanistas declarados hacia las primeras décadas del siglo XX, como Angel Guido, haya sido Heinrich Wölfflin, un historiador del arte alemán.
En ese contexto Ramón nos interpeló con eruditas referencias a nuestro apellido, recordando –en relación a esa situación- que los gringos venían siempre a hacerse la América, y no siempre les resultaba como lo tenían calculado.
Por cierto nosotros conocíamos a Ramón de múltiples lecturas que, desde décadas atrás, habían contribuido a fortalecer el trabajo de historiografía en la región.
Después vinieron más afortunados encuentros, al menos para mí, uno de ellos por supuesto que fue en Valparaíso. Ambos estábamos invitados a un Seminario sobre Patrimonio organizado por el Municipio, en el contexto de los afanes de éste por lograr inscribir a la ciudad en la Lista de Patrimonio Mundial.
Entre sesión y sesión no faltó tiempo para acompañarlo en un safari bibliófilo local. Recuerdo muy bien como compró un paquete de fotografías y postales que en fracción de segundos hojeó y que,, sin dudar regateó en menos segundos frente a un sorprendido dependiente.
Al salir del local inmediatamente observé como la satisfacción le iluminaba el rostro mientras se apuraba en mostrarme un par de fotos nocturnas de Cusco de los Hermanos Vargas, ahí estaba su “presa”, que por cierto hoy incrementa la importante colección del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana CEDODAL.
En ese momento se me evidenció que el trabajo de Ramón operaba desde “un archivo de la mirada”, donde la información no solamente se activaba a través de un sinnúmero de relaciones, sino que desde el sentido que era capaz de construir a partir de estos vestigios visuales, donde el arte y la arquitectura no eran otra cosa que la expresión empíricas de las identidades en nuestra América.
Después de ello vinieron varios encuentros más, todos ellos iban dejando una cantidad no menor de preguntas y ansiedades de mi parte en relación con todos los temas que nos ocupaban, y digo “nos”, porque en la medida que iba explorando uno u otro tema insistentemente me aparecían fragmentos de su vasta bibliografía que –como tránsitos abiertos- ahora sería muy largo de enumerar.
Con ocasión de la visita de Ramón Gutiérrez para dictar esta Seminario en el programa de Magíster en Historia del Arte de nuestra Universidad, debemos recordar que nuestro invitado no sólo es uno de los más prolíficos protagonistas de la producción historiográfica sobre arquitectura latinoamericana, sino que también tiene una amplia labor docente que comienza en la Universidad Nacional del Nordeste donde funda el Departamento de Historia de la Arquitectura y la recordada revista D.A.N.A. (Documentos de Arquitectura Nacional y Americana), continúa como director de cursos de postgrado en Cusco (UNESCO) y -luego de ser profesor e investigador en distintas universidades de América y Europa- su vigencia académica la mantiene hasta el día de hoy, coordinando un programa de Doctorado en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla).
Hoy en día uno de sus afanes está en el proyecto de inscripción de Buenos Aires en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, cuestión que como Valparaíso en su momento, será compleja y difícil, pues se intentan instalar nuevas categorías en un debate sobre el estado de la noción Paisaje Cultural.
En los últimos meses el debate terminológico sobre la acepción Paisaje Cultural ha estado en revisión en el seno de ICOMOS, desde le reunión de Jerusalén en junio del año recién pasado (Nuevas Aproximaciones a la Conservación Urbana), pasando por la reunión de San Petersburgo (Conservación y Gestión de Centros Históricos inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial) en febrero, hasta la reciente reunión del Comité Científico Internacional de Ciudades Históricas de ICOMOS CIVVIH, celebrada en Helsinki el mes pasado, se dejó en claro que no todos los conjuntos urbanos son paisajes culturales y que el consenso corre por la denominación Paisaje Histórico Urbano. (PHU).
Todo esto ha venido a poner el caso de Buenos Aires en una línea de vanguardia que –como en su día ocurrió con Valparaíso- obligará a repensar muchas de las interpretaciones en curso, problematizando el canon y redefiniendo el impacto que este tendrá en el Valor Universal Excepcional, condición fundamental para integrar la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
El camino no es fácil, ya que no solamente hay que luchar con unas estructuras conceptuales que siguen siendo expresión de una impostura epistémica, sino que más allá de ello se debe construir identidad a partir de la diseminación social del cambio cultural que nos haga responsables a todos nosotros como habitantes del patrimonio americano.
No deja de ser sintomático que un Seminario de Historiografía del Arte y la Arquitectura comience con una exposición sobre un caso de tanta actualidad en la coyuntura patrimonial mundial, lo que reivindica el rol activo y la responsabilidad ética del trabajo del historiador, en donde la generación del conocimiento es el primer momento metodológico de la puesta en valor patrimonial.
Y de eso, el trabajo de Ramón es un testimonio imprescindible, por lo que esperamos que para muchos de los que hoy están aquí este sea el primer encuentro de varios que anuncien su retorno a partir de cada lección entregada en sus libros.
Nos pilló en bandos encontrados.
Estábamos en el claustro del Museo Franz Meyer en Ciudad de México, era octubre de 1999 y comenzaba una nueva Asamblea General del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios ICOMOS.
Él, como siempre fiel a sus amigos, abordaba frontalmente el apoyo del candidato mexicano a la presidencia del ICOMOS, por nuestra parte apoyábamos a la candidata española al mismo cargo.
Ninguno de los dos ganó.
Obviamente ganó un tercero, quien reelecto dos veces, todavía nos sigue presidiendo.
No deja de ser curioso que entre la opción americanista por un arquitecto mexicano y la opción hispanista por una abogada española, haya mediado la victoria de un historiador del arte alemán.
Curioso si pensamos que uno de los referentes conceptuales de americanistas declarados hacia las primeras décadas del siglo XX, como Angel Guido, haya sido Heinrich Wölfflin, un historiador del arte alemán.
En ese contexto Ramón nos interpeló con eruditas referencias a nuestro apellido, recordando –en relación a esa situación- que los gringos venían siempre a hacerse la América, y no siempre les resultaba como lo tenían calculado.
Por cierto nosotros conocíamos a Ramón de múltiples lecturas que, desde décadas atrás, habían contribuido a fortalecer el trabajo de historiografía en la región.
Después vinieron más afortunados encuentros, al menos para mí, uno de ellos por supuesto que fue en Valparaíso. Ambos estábamos invitados a un Seminario sobre Patrimonio organizado por el Municipio, en el contexto de los afanes de éste por lograr inscribir a la ciudad en la Lista de Patrimonio Mundial.
Entre sesión y sesión no faltó tiempo para acompañarlo en un safari bibliófilo local. Recuerdo muy bien como compró un paquete de fotografías y postales que en fracción de segundos hojeó y que,, sin dudar regateó en menos segundos frente a un sorprendido dependiente.
Al salir del local inmediatamente observé como la satisfacción le iluminaba el rostro mientras se apuraba en mostrarme un par de fotos nocturnas de Cusco de los Hermanos Vargas, ahí estaba su “presa”, que por cierto hoy incrementa la importante colección del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana CEDODAL.
En ese momento se me evidenció que el trabajo de Ramón operaba desde “un archivo de la mirada”, donde la información no solamente se activaba a través de un sinnúmero de relaciones, sino que desde el sentido que era capaz de construir a partir de estos vestigios visuales, donde el arte y la arquitectura no eran otra cosa que la expresión empíricas de las identidades en nuestra América.
Después de ello vinieron varios encuentros más, todos ellos iban dejando una cantidad no menor de preguntas y ansiedades de mi parte en relación con todos los temas que nos ocupaban, y digo “nos”, porque en la medida que iba explorando uno u otro tema insistentemente me aparecían fragmentos de su vasta bibliografía que –como tránsitos abiertos- ahora sería muy largo de enumerar.
Con ocasión de la visita de Ramón Gutiérrez para dictar esta Seminario en el programa de Magíster en Historia del Arte de nuestra Universidad, debemos recordar que nuestro invitado no sólo es uno de los más prolíficos protagonistas de la producción historiográfica sobre arquitectura latinoamericana, sino que también tiene una amplia labor docente que comienza en la Universidad Nacional del Nordeste donde funda el Departamento de Historia de la Arquitectura y la recordada revista D.A.N.A. (Documentos de Arquitectura Nacional y Americana), continúa como director de cursos de postgrado en Cusco (UNESCO) y -luego de ser profesor e investigador en distintas universidades de América y Europa- su vigencia académica la mantiene hasta el día de hoy, coordinando un programa de Doctorado en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla).
Hoy en día uno de sus afanes está en el proyecto de inscripción de Buenos Aires en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, cuestión que como Valparaíso en su momento, será compleja y difícil, pues se intentan instalar nuevas categorías en un debate sobre el estado de la noción Paisaje Cultural.
En los últimos meses el debate terminológico sobre la acepción Paisaje Cultural ha estado en revisión en el seno de ICOMOS, desde le reunión de Jerusalén en junio del año recién pasado (Nuevas Aproximaciones a la Conservación Urbana), pasando por la reunión de San Petersburgo (Conservación y Gestión de Centros Históricos inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial) en febrero, hasta la reciente reunión del Comité Científico Internacional de Ciudades Históricas de ICOMOS CIVVIH, celebrada en Helsinki el mes pasado, se dejó en claro que no todos los conjuntos urbanos son paisajes culturales y que el consenso corre por la denominación Paisaje Histórico Urbano. (PHU).
Todo esto ha venido a poner el caso de Buenos Aires en una línea de vanguardia que –como en su día ocurrió con Valparaíso- obligará a repensar muchas de las interpretaciones en curso, problematizando el canon y redefiniendo el impacto que este tendrá en el Valor Universal Excepcional, condición fundamental para integrar la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
El camino no es fácil, ya que no solamente hay que luchar con unas estructuras conceptuales que siguen siendo expresión de una impostura epistémica, sino que más allá de ello se debe construir identidad a partir de la diseminación social del cambio cultural que nos haga responsables a todos nosotros como habitantes del patrimonio americano.
No deja de ser sintomático que un Seminario de Historiografía del Arte y la Arquitectura comience con una exposición sobre un caso de tanta actualidad en la coyuntura patrimonial mundial, lo que reivindica el rol activo y la responsabilidad ética del trabajo del historiador, en donde la generación del conocimiento es el primer momento metodológico de la puesta en valor patrimonial.
Y de eso, el trabajo de Ramón es un testimonio imprescindible, por lo que esperamos que para muchos de los que hoy están aquí este sea el primer encuentro de varios que anuncien su retorno a partir de cada lección entregada en sus libros.
Presentación de José de Nordenflycht al Seminario "Memoria, Historia y Patrimonio Los caminos de la historiografía en América", dictado por el arquitecto Ramón Gutiérrez en la Universidad Adolfo Ibáñez, Santiago de Chile, 17 y 18 de mayo de 2007
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