octubre 14, 2007

Desvestir un Santo para vestir otro


“Desvestir un Santo para vestir otro”, este dicho tradicional parece describir con exactitud el estado de contradicción en que se encuentran los agentes urbanos locales y nacionales que ejercen su poder sobre un bien cultural que el Estado de Chile solicitó libremente inscribir en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Lo que una vez logrado significó inmediatamente asumir sus derechos y sus deberes.

Sobre los deberes el más importante es mantener las características por las cuales fue inscrito el bien de marras, en el caso que nos preocupa en estos días: “Los Barrios Históricos de la Ciudad Puerto de Valparaíso”, tal cual se consigna su denominación en la inscripción lograda el 2003, donde la característica de ciudad portuaria supone necesariamente que el patrimonio asociado a esta función tiene características universales excepcionales.

Por lo mismo insistir sobre el valor de este patrimonio portuario sería redundante, ya que resulta consubstancial al criterio iii) invocado por el Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO para incluirlo en la Lista.

Eso lo sabemos todos, aunque algunos lo intenten desconocer.

Los que lo intentan desconocer argumentan que el desarrollo de la actividad portuaria se vería menoscabada por la debida protección a su patrimonio, mismo argumento utilizado por los más veleidosos defensores de la especulación inmobiliaria en contra de cualquier pieza representativa del patrimonio urbano. Esta es una antigua disputa que creíamos zanjada, ya que desde hace varios años se ha demostrado que el patrimonio es la base del desarrollo, y no al revés. Al volver el argumento falaz de unos sobre otros, es donde aparece la necesidad de volver a informar para evitar las posibles arbitrariedades de quienes administran el poder local y nacional.

Mientras el Estado de Chile, a través del Consejo de Monumentos Nacionales, no hace sino cumplir de la mejor manera con sus deberes frente a los compromisos internacionales, por otro lado surgen en su seno posiciones reduccionistas que intentan negociar excepciones a “la letra” de la Convención, que lo único que hacen es hipotecar la credibilidad del Estado Chileno frente a la UNESCO y la comunidad internacional..

Esa es una contradicción muy peligrosa, pues no tiene ninguna racionalidad “desvestir” un Puerto, para supuestamente “vestir” otro.

Ese es el peor negocio que se podría hacer para con las generaciones futuras, de las cuales, en esta vuelta, todos somos responsables en nombre de la Humanidad.



José de Nordenflycht
Presidente ICOMOS Chile
publicado en El Mercurio de Valparaíso, viernes 19 de octubre de 2007

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