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Revisen las cintas.
Si no se mencionó el patrimonio no es porque no exista o no sea relevante, muy probablemente la repuesta de cualquier actor del mundo político frente a un cuestionamiento sectorial y técnico al respecto coincida con el reconocimiento básico de su necesidad e importancia, sin embargo después de lo que millones de televidentes vimos ayer, más bien pareció que el patrimonio fue maniatado, amordazado y silenciado como un rehén. Un rehén que se sabe valioso como moneda de cambio, pero que se maltrata, mutila y aún se aniquila si es necesario. Curiosamente esta misma imagen se pone en pantalla por la señal televisora estatal que transmite su exitoso culebrón protagonizado por la pregunta de una ausencia doble: el rapto y la muerte de la protagonista. Para variar la realidad siempre supera la ficción.
Revisen, nuevamente, las cintas.
Por lo anterior es que el estado del debate patrimonial debería concentrar su energía tanto en lo cotidiano como en lo perdurable, para vencer el sino trágico del culebrón: en nuestro caso el rapto y la muerte del patrimonio, esta última siempre "anunciada" mientras siga siendo víctima del daño colateral de la especulación inmobiliaria o las medidas que promueve el propio Estado evidenciando las profundas contradicciones de sus políticas públicas en este tema como es, por ejemplo, el hecho de que entre dos ministerios se desaten conflictos entre sus competencias sobre los instructivos de intervención de zonas patrimoniales, de uno, y los instrumentos de planificación territorial, del otro.
Revisen otra vez la cinta, ahora la que más de alguno se quiere poner en marzo.
José de Nordenflycht
Presidente de ICOMOS Chile
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