agosto 13, 2008

SOBRE LOS ARGUMENTOS DE UN PROYECTO ARQUITECTÓNICO




Como ya se habrán dado cuenta hoy venimos a hablar de arquitectura y política.

Por lo menos desde dos consideraciones que son atingentes a este caso: la primera referida a la política de la arquitectura y la segunda al voluntarismo político y sus efectos arquitectónicos.

Una excelente oportunidad para movilizar la visibilidad desde los sectores que, habitualmente, no tenemos acceso a la discusión pública sobre la arquitectura… por cierto no hablo de los arquitectos, los que sabemos se quedaron medio disfónicos desde que cooptadamente la Asociación Gremial reemplazó al antiguo Colegio Profesional[1]. Me refiero a los historiadores de la arquitectura, por cierto mucho más cerca aún de la afonía.

Por lo que sacar la voz será nuestra consigna hoy. No queda otra.

Para esto vamos a proponer una lectura desde algunos de los argumentos que supone la puesta en línea del querer y el poder desarrollar un proyecto de arquitectura, los que convicción mediante de la autoridad nacional, se despliegan en un territorio local particularmente complejo para este tipo de emprendimientos.


1. El argumento conmemorativo

Lo que se quiere hacer para el Bicentenario no es muy distinto de la agenda que tuvimos para el Centenario. La originalidad no está en juego aquí, lo sabemos. Pero el Chile de hace cien años tenía un contexto muy distinto al nuestro. O al menos eso creemos.

Democráticos, modernos y ejemplo en nuestra región, hoy nos creemos ciertamente muy distintos a como fuimos hace cien años. Donde también nos creíamos… democráticos, modernos y ejemplo en nuestra región.

Veamos.

Santiago de Chile, 17 de septiembre de 1910. El Presidente de Chile inaugura los festejos del Centenario, teniendo como telón de fondo la fachada del nuevo edificio para el Museo Nacional de Bellas Artes.

Estamos precisamente en el edificio emblemático de ese Centenario, que como se sabe fue diseñado por un arquitecto extranjero, en base a un modelo formal extranjero y desde un transferencia tecnológica extranjera.

Mismo edificio que fue inaugurado con una Exposición Internacional, donde las manifestaciones artísticas nacionales y locales tuvieron una representación simbólica muy acotada[2].

Valparaíso, algún día de 2010, con suerte. Centro Cultural diseñado por arquitecto extranjero[3], en base a un modelo formal extranjero y una transferencia tecnológica extranjera. Muy probablemente –a juzgar por la agenda de los Carnavales Culturales y el anunciado Forum de las Culturas, inaugurado con algún tipo de importante representación extranjera, de hecho los más conspicuos defensores de este proyecto especulan con galas operáticas para el pueblo porteño. Bicentenario feliz para todos.

Pura especulación dirán muchos. Sospechas infundadas dirán otros. Puede ser. Sin embargo tenemos el ciudadano derecho a la sospecha, esperemos, sobre todo de cara a este democrático y moderno país del 2010.

Un país que creemos muy distinto del país de 1910, ya lo hemos dicho. Sin embargo la operación Niemeyer, nos pasa la cuenta de lo poco que han cambiado los modos de hacer.

En su día monsieur Jequier no le regaló nada a Chile, claro está, pero su proyecto no supuso la demolición ni menos la pérdida de ninguna preexistencia significativa, por lo que la conmemoración no pasó de sumarse a las tradiciones inventadas por el Estado Nacional Moderno para construir el imaginario de su identidad.

Por el contrario, el mismo Óscar Niemeyer declaró, en una nota publicada en varios medios de prensa local, que el planteamiento de la segunda versión de su anteproyecto tenía una “dificultad”, la que precisamente es el recinto de mayor valor patrimonial –solo por su antigüedad- de toda la ciudad. Por lo que la construcción de su proyecto, justo en ese lugar, supone al menos, un impacto sobre el valor conmemorativo que lo demanda, por lo que su paradoja sería que –parafraseando el slogan de una empresas de demolición local- “demoliendo se construye patrimonio”.

Por lo anterior es que resulta un argumento contradictorio con las condiciones de reconocimiento patrimonial local, nacional e internacional preexistentes en el lugar a intervenir, que éstas se sometan al rigor del voluntarismo de una tabla rasa que pretende desconocerlo. Misma que propone la supuesta capacidad exponencial del nuevo Centro Cultural para la producción de sentido e identidad, sin considerar los usos preexistentes que dan contenido a esos valores, desconociendo que el significado es el uso, como nos recordaba el filosofo -y arquitecto ocasional- Wittgenstein. Eso si que es inventar patrimonio.


2. El argumento político.

La gobernabilidad y el empoderamiento se hacen presentes en este argumento, de hecho la ausencia de la primera es el reclamo del segundo.

Los hechos son bastante claros, aunque se quieran instalar de manera difusa por la prensa local, que es mayoritariamente de oposición al actual gobierno local y nacional. Un proyecto levantado desde una coyuntura específica supone su rentabilidad asumiendo prácticas abusivas[4], esas que son legales pero jurídicamente ilícitas, mismas que encuentran sistemáticas resistencias y reivindicaciones del tercer sector organizado en el contexto de un activismo cultural que supo trabajar desde la puesta en valor de un activo patrimonial que no se iba a diseminar fácilmente.

¿Es que nadie se adelantó al escenario? cuesta creerlo ¿Dónde estaban los operadores políticos? A lo mejor sentados ahí en frente o esperando los informes de campo de sus enviados. El lobby tiene una dura contraparte en el activismo, por lo que en una ciudad donde el patrimonio es una expresión de la política por otros medios, este tipo de conflictos decantan en negociación[5].

Hace unos días atrás, en el contexto del enésimo debate sobre el posible traslado del Congreso desde Valparaíso a Santiago -nuestro inefable elefante blanco-, un político local decía que había sido un error la construcción de ese edificio en Valparaíso, así como igualmente ahora sería un error su abandono.

Esto me recordó la mundialmente emblemática polémica sobre la reconstrucción del Teatro Romano de Sagunto –en la Comunidad Valenciana- donde el proyecto construido por el arquitecto Giorgio Grassi será desmantelado por dictamen judicial después de una larga polémica de más de una década[6].

Obviamente la destrucción que podrá causar la irreversible intervención de Grassi, es simétrica a la destrucción que provocará su desmantelamiento. Por lo que el conflicto político provocado en nombre del patrimonio, tiene para algunos en el sacrificio de éste su daño colateral. Ese es el peligro de la práctica abusiva cuando afecta a bienes culturales que no son reemplazables.


3. El argumento desarrollista: “El efecto Guggenheim”.

Ya la literatura lo recoge así[7]. Como si fuera un tópico. Sin embargo la ficción porteña lo había adelantado en su día. Claro, en medio de esta vertiginosidad bicentenaria, nadie recuerda que algún día de 1995 un académico local había fantaseado con la instalación de la fundación Guggenheim en Valparaíso. El afán decimonónico porteño de ser primeros en todo a veces nos tiene al borde del delirio.

¿Porqué en vez de efecto Guggenheim no hablamos de efecto Gehry?, claramente en Bilbao el programa de la obra y sus efectos trascienden al nombre del autor, y eso que vecina a ella hay obras de Calatrava y Foster.

Dura competencia si sólo de poner el nombre se tratase.

Cuando la arquitectura pasa a ser parte de la cultura, porque es parte de la cultura de la comunicación, generando réditos y mercadeos de todo tipo, siendo ella misma una externalidad marginal de otra cosa que está muy lejos de ella, nos damos cuenta de que la obra es siempre efecto y nunca causa.

Hace muchos años sabemos que la polarización entre desarrollo y patrimonio es un falso conflicto, el patrimonio es la base del desarrollo, por lo que al “efecto Guggenheim” podríamos matizarlo con el “efecto Siza”, ese que en Santiago de Compostela supuso una intervención contemporánea donde el vecino convento de Santo Domigo de Bonaval estaba y sigue estando protegido, respetado y valorado.

O el que hemos bautizado como “Efecto Oviedo”[8], un episodio reciente donde el gobierno local de esta otra ciudad española le dio cabida el desarrollo de un proyecto denominado Torres Trillizas, con cargo al diseño de Santiago Calatrava. Sobre la oposición a él en su momento dijimos que en primer lugar el problema no es del arquitecto sino del príncipe al cual sirve, metáfora renacentista que no podría ser más apropiada para quien detenta el Premio Principe de Asturias. Los arquitectos en un mundo neoliberalizado son instrumentos del mercado a todo nivel, desde el más joven hasta el más consagrado, por lo que se deben entender las razones del "principe" ¿No escribió Maquiavelo que es mejor ser temido que ser amado? Después de quinientos años esa sentencia está en franca obsolescencia. En nuestro mundo mediatizado donde la imagen es un capital político, parecer es más importante que ser, por lo que todo político querrá ser amado por su pueblo.

De ahí que vociferar convicciones y al otro día justificar arrepentimientos sea parte de una "estrategia visual".

Y es que las Utopías formalistas y sus efectos desarrollistas no nos son ajenas a la historia de la arquitectura chilena, y menos en Valparaíso, algunas resueltas con bastante modestia y eficiencia por el mismo Misterio de Obras Públicas –pensamos en el programa de vivienda de la Quebrada Márquez- y otros francamente para la curiosidad y la anécdota edilicia como las Espirovías[9] propuestas para el Valparaíso de la primera mitad del siglo XX, como una suerte mega estructuras que solucionarían con su gesto rotundo la conectividad entre los cerros y el Plan.

Les repito: al borde del delirio…

4. El argumento del regalo: saudade de Valparaíso.

Saudade, esta hermosa e intraducible palabra portuguesa, apela a un estado del ánimo en donde la tristeza y la nostalgia se convierten en posibilidad abierta como retorno del pasado. En suma algo que se siente y se canta por el deseo de lo que no se tiene, o se tuvo y se perdió.

Esta saudade por Valparaíso es lo que Oscar Niemeyer sintió un día por nuestra ciudad, a juzgar por las motivaciones que él mismo da para hacernos un regalo.

En el proceso proyectual las ocasiones del auto encargo son escasas. Salvo en el proceso de enseñanza donde la ficción del estudiante es acotada, corregida y evaluada por el docente, o en la casa del propio arquitecto, donde la gratuidad siempre media la posibilidad.

Por lo tanto no podemos confundir el autoencargo con el ofertar desde un emprendimiento inmobiliario, ni menos con el otro extremo que sería regalar.

Lo primero es el negocio inmobiliario y lo segundo es bastante curioso, ya que un regalo siempre supone la especulación, donde el valor relativo asignado por quien lo da debe ser activado en condiciones de complicidad por quien lo recibe.

Proyectar desde el interior de la arquitectura[10] fue la manera en que se concebía la disciplina desde el modelo académico, cuestión que, pese a intentar ser obliterada por el Movimiento Moderno, se terminó convirtiendo en su marca.

La forma entonces seguía a la función y a poco andar la función terminó siguiendo a la gestión, por lo que en la medida de su conveniencia ésta gestión nos terminó vendiendo oportunidades de localización y formalismo experimental de baja intensidad.

Pero hasta ahí, nada más hacía avanzar la relación de la arquitectura con el contexto.

Hoy en día por estas latitudes, con y a pesar de contextualismos y regionalismos, se impone proyectar desde fuera de la arquitectura como modelo de negocios, ya sea de rentabilidad especulativa social o privada.

Pareciera que desde dentro de la arquitectura es imposible, que la forma impuesta por el que proyecta debe acotarse ante las “inclemencias” del contexto, sean estás demandadas por el mercado o por otro agente legitimador de su práctica, como en el caso que nos ocupa, desde las urgencias simbólico-conmemorativas del Estado.

Nuestra postura institucional está planteada desde hace meses, de hecho cualquiera que nos “googlee” podrá darse por enterado, así como las autoridades locales y nacionales que han sido interpeladas directamente por este caso[11]. En suma todos estos argumentos: el conmemorativo, el político, el económico y el “deseo proyectual”, coinciden en nuestra demanda sectorial patrimonialista por sobre los compromisos que muchos de nosotros esperamos de otros: coherencia.

Misma coherencia que, en su día, ha tenido Oscar Niemeyer, donde sus obras son parte del imaginario que referenciamos en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Sin embargo mientras en Brasilia la voluntad política transformó la utopía de la modernidad en destino, Valparaíso -en tanto ciudad puerto- es un destino convertido en utopía.



José de Nordenflycht
Presidente ICOMOS Chile

Texto base de nuestra participación en el Foro Debate Óscar Niemeyer: Proyecto Cultural Valparaíso (Ex-cárcel), organizado por la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Diego Portales, en el contexto de la Exposición “Oscar Niemeyer – La Poética de la Forma”, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, 13 de agosto de 2008. Publicado en la Revista 180, nº22, FAD UDP, 2008



Notas

[1] En la entrevista que la revista electrónica Cientodiez le hace al arquitecto Alberto Sato, éste es enfático en señalar que “Si se sigue confundiendo política con gestión, estamos postergado el problema más central que tiene el profesional arquitecto hoy en día: que Pinochet eliminó el Colegio de Arquitectos, y el arquitecto es en este momento un personaje poco relevante que no tiene ningún tipo de incidencia legal.” Vol. 06 “Política 1: Poder”, octubre de 2007, en www.cientodiez.cl/revistas/vol06.index.htm
[2] NORDENFLYCHT, José de “La copia feliz del edén: un centenario, su museo y el cóndor” en APUNTES, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, vol. 19, nº 2, julio-diciembre 2006.
[3] De hecho instituciones tan conspicuas como la Cámara Chilena de la Construcción, ya lo dan por hecho, ver “Proyecto Niemeyer. Un espacio cultural de categoría mundial”, en Constructiva, Revista de la Cámara Chilena de la Construcción Delegación Valparaíso, nº 74, año 16, mayo 2008.
[4] El abogado Pablo Andueza define de este modo a las Prácticas Abusivas: “las prácticas (abusivas) que se verifican en la administración de las ciudades las que no siendo perentoriamente ilegales (pues no hay norma expresa que las castiguen) ni criminales (pues no hay asociadas tipos penales claros), contravienen la finalidad que inspira el conjunto de normas urbanísticas de tutela y protección del patrimonio cultural de la ciudad. En otras palabras, estas prácticas son sólo aparentemente legales, pero jurídicamente ilícitas por cuanto contradicen la finalidad de los órdenes normativos de preservación.”, en ANDUEZA, Pablo “Prácticas Abusivas en gestión del patrimonio Cultural en Valparaíso”.
[5] NORDENFLYCHT, José de Patrimonio Local. Ensayos sobre arte, arquitectura y lugar, Editorial Puntángeles, Valparaíso, 2004.
[6] NORDENFLYCHT José. “Autenticidad y Rehabilitación del Teatro Romano de Sagunto”, en Semanas de Estudios Romanos, Volumen IX, Instituto de Historia de la Universidad Católica de Valparaíso. 1998
[7] ESTEBAN, Iñaki El efecto Guggenheim. Del espacio basura al ornamento, Editorial Anagrama, Barcelona, 2007.
[8] NORDENFLYCHT, José de “El Efecto Oviedo”, post del 29 de febrero de 2008 en http://icomoschile.blogspot.com/2008/02/el-efecto-oviedo.html
[9] PAVEZ, María Isabel “Planificación urbana y espirovías en la "Perla del Pacífico": algunas notas sobre Valparaíso en el decenio 1930.” Revista de Urbanismo, N°13, Santiago de Chile, publicación electrónica editada por el Departamento de Urbanismo, F.A.U. de la Universidad de Chile, enero de 2004, I.S.S.N. 0717-5051
http://revistaurbanismo.uchile.cl/CDA/urb_complex/0,1311,SCID%253D15804%2526ISID%253D569%2526IDG%253D1%2526ACT%253D0%2526PRT%253D15803,00.html
[10] GREGOTTI, Vittorio Desde el interior de la arquitectura. Un ensayo de interpretación, Ediciones Península, Barcelona, 1993.
[11] Nos referimos a la Carta Abierta a Óscar Niemeyer, publicada el 5 de abril de este año (http://icomoschile.blogspot.com/2008/04/carta-abierta-oscar-niemeyer.html) y la Declaración de Foz do Iguaçu, del 31 de mayo de este año (http://icomoschile.blogspot.com/2008/05/declaracin-de-foz-do-iguau.html)

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