Una de las características que distingue actualmente nuestro sistema de arquitectura nacional es la preeminencia de la arquitectura de autor por sobre los autores arquitecturales, tras lo cual resulta menos visible aun la autoridad epistémica que invoca la palabra autor.
Pese a que tenemos noticias de intentos por contribuir a la teoría de la arquitectura en nuestro país, entre los cuales han sido mas visibles las construcciones autorales de los arquitectos Juan Borchers y Alberto Cruz -este ultimo absolutamente vigente con su reciente publicación El Acto Arquitectónico-, a lo que se podría sumar retrospectivamente José Ricardo Morales, todos los cuales -a distancia de la polémica sobre su originalidad y pertinencia- demuestran de manera bastante directa que sus textos son operativos en el sentido tafuriano del termino, esto es, colaborantes con la inducción a una praxis.
A distancia de ello están los intentos por teorizar sobre la arquitectura, donde el tempranamente desaparecido Ignacio Modiano comparte créditos con los esfuerzos historiográficos de rescate documental de los primeros, donde la glosa y el comentario reivindicatorio se confunde a ratos con la exegesis y la memorabilia, donde lo debilidad es la falta de continuidad.
En ese panorama aparece elusivamente el texto del arquitecto Alberto Sato. Decimos elusivamente pues este libro ya tiene dos ediciones en Caracas y Buenos Aires, su origen fue una Tesis Doctoral y su responsable antes que arquitecto se nos revela como un autor.
Cada uno de estos aspectos merece atención para dimensionar su aserto y pertinencia.
Comenzando por el aserto que viene a poner en crisis uno de los denominados hechos de la arquitectura, ese que reza que el espacio pareciera ser un elemento básico de la arquitectura, una obviedad -convertida en costumbre- que no es tal si seguimos con atención la completa secuencia analítica que propone Sato. En su preciso y documentado excurso el espacio se despliega sucesivamente como una condición, un concepto y aún desde allí da paso a ser parte del autodenominado lenguaje de la arquitectura. Secuencia que va demostrando finalmente que el espacio arquitectónico es una invención –una más- de la modernidad. Por lo tanto su dimensión metafísica decanta en un uso operativo, del que da cuenta la ideología del espacio del incombustible movimiento moderno.
Eso en la perspectiva de seis mil años de práctica de la arquitectura nos remite sólo a los últimos quinientos, por lo que habrá que poner en duda –histórica al menos- de la omnipresencia de la “cuestión del espacio”, y eso es un aporte significativo que –en el caso de Sato- va más allá de la historiografía del concepto, de hecho problematizando el canon historiográfico que sitúa el espacio como un elemento conceptualizable centrífugamente sólo desde la práctica de la arquitectura.
Por otro lado la pertinencia del texto en comento instala a su autor como un corredor de fondo, ese que sabe perfectamente que construir una cultura arquitectónica local no es tarea fácil, pero será aun mas difícil si se le considera responsabilidad privativa de un gremio o de una academia –que por lo demás en nuestro país no existe-.
Por lo anterior es que el texto de Sato interpela a la disciplina y no a la profesión, toda vez que la primera es responsabilidad de varios de los que –sin ser parte del gremio- nos sentimos interpelados a comprender la arquitectura como un hecho cultural.
Todo para que la elusión no se convierta en exclusión.
Presidente ICOMOS Chile
Reseña del libro Alberto Sato Los tiempos del espacio (Caracas / Buenos Aires, 2010)
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